Will Rodríguez: julio 2006

miércoles, julio 19, 2006

Ángeles entre nosotros

Eduardo Garay Vega*

Si me toca pensar en ángeles, tengo dos presentes: mi ángel de la guarda (dulce compañía...) y Lucifer, el ángel caído. El bien y mal, el cielo y el infierno, pero entre el cielo y el infierno está la tierra (físicamente hablando) y es aquí donde estamos, y entre el infierno y el cielo (espiritualmente hablando) existe el purgatorio, y ahí vivimos. El limbo es otra historia, yo no lo conocí y creo que ya no lo conoceré.
Por supuesto que un libro de ángeles toca estos temas, ejemplos cotidianos y más que conocidos, pero Will me recuerda que no sólo Lucifer cayó al rebelarse contra el cielo, no estaba solo (como dicen los eslogan) y la lucha sigue (como siguen diciendo los eslogan) y cada día caen más de estos seres celestiales y quizá algunos de ellos están aquí, entre nosotros, tomando café condenados a deambular en la Tierra como castigo a rebelarse ante Dios.
Dicen que los ángeles caen por usar el principal atributo del hombre: el libre albedrío. Pensar para, de manera clara y voluntaria, elegir un camino, pero los ángeles no son hombres así que fácilmente son tentados por el pecado (la vanidad y la lujuria, ni más ni menos) y terminan expulsados del paraíso.
Conforme leía los cuentos, magníficos algunos de ellos, pensaba (segunda virtud de la literatura: hacer pensar) que el mundo es algo más que blanco y negro, que positivo y negativo, que bueno y malo, que un ángel no podría ser un ángel en nuestra sociedad, que sería sicario, degenerado, enfermo asexuado o sexual según el doctor que lo trate, activista político o revolucionario según las encuestas o sondeos de opinión televisivos, que sería esa persona que vemos una sola vez y la recordamos de por vida o aquella a la que tratamos todo el tiempo, pero nunca sabemos ni su nombre y somos incapaces de describirla.
Una de las mejores películas que he visto en los últimos tiempos es, justamente, Ángeles caídos, de Won Kar-Wai, hermosa película llena de personajes bizarros, sobrevivientes siempre solitarios de las noches.
¿Cómo puede vivir un ángel en este mundo? El mundo no está preparado para lo distinto, para los seres excepcionales... Cualquier cosa o persona que no pueda adaptarse a nuestra mentalidad cuadrada la rechazamos, la atacamos, le inventamos una historia para justificar nuestra conducta... Y los ángeles que deambulan por el mundo tienen que reunirse en lugares específicos, algunos países, algunas ciudades, algunos bares, algunos cafés, marcándose para distinguirse y poderse mezclar entre los demás.
Pensaba también, si los ángeles son aquellos seres que nos cambian nuestra vida, yo sí he conocido a varios ángeles aunque no los haya reconocido en el momento.
Ya, ya casi para terminar, estos relatos me hicieron sentir (primera virtud de la literatura) que yo conocí un ángel, un ser que cambio mi vida, una persona excepcional que, afortunadamente no está aquí y no puede oírme hablar así de ella, pero espero que siguiendo la línea de vida que me propone, perdiendo mi libre albedrío, regrese al paraíso de donde fue expulsado mi padre.
*Texto leido el 18 de mayo de 2006 en el Café ExpressArte de la ciudad de Querétaro, durante la presentación del libro La línea perfecta del horizonte (FETA, 2da ed. 2005).

martes, julio 11, 2006

Bajo el agua en cuatro sesiones

Apuntes con respecto a una novela binacional*
Dice Milan Kundera que todas las novelas de todos los tiempos se orientan hacia el enigma del yo. Otros escritores afirman que en la novela se inmortaliza a un gran personaje o a una gran historia. En el caso de Susurros bajo el agua, del narrador jalisciense Moisés Zamora (1979), nos encontramos ante el caso aludido por el autor checo-francés y por quienes abogan por la inmortalidad de un personaje. Si pensamos que una aseveración de esta naturaleza trae consigo a la polémica y la discusión, comentemos entonces los motivos por los cuales arriesgamos nuestra postura ante esta obra literaria. Historia o enigma del yo.
Hablemos primero de la historia. Dividida en cuatro extensos capítulos o, si el lector lo prefiere, en cuatro sesiones de lectura, esta novela aborda temas como la confusión de los sentimientos, el amor de y hacia una madre, la inexistencia de un padre, la búsqueda de una identidad que justifique los más íntimos deseos, los amigos imaginarios, la soledad, el engaño de alguien a quien se cree amar, las adicciones, el sexo asimilado, la venganza sentimental hacia quien se preste, la imposibilidad del arraigo amoroso, la vocación artística, más sexo… Claudio, protagonista, nace y pasa los primeros años de su vida en una ciudad estadounidense; vive con su mamá, con sus números, sus libros y una ingenua sexualidad preadolescente. Siendo todavía muy joven viaja a Francia para fomentar su interés por la literatura y, sobre todo, para encontrar aquel pasado nunca esclarecido por el cual, seguramente, él es quien es. Sin embargo, en la búsqueda de algo sin rostro ni forma suelen aparecer muchos personajes que nos violentan la existencia: hombres y mujeres también al encuentro de una razón de vida o que simplemente no buscan nada más que jugar pin-pon con incautos corazones.
Como se puede percibir, este conjunto de elementos que moldean la personalidad de Claudio no son, al menos para la literatura, algo nuevo bajo el sol. Todos hemos experimentado soledad, sexo, engaño, desilusión, o bien, si no en el caso personal, conocemos gente sin padre o sin madre, nómadas de ciudad o de sentimientos, adictos a las drogas o artistas con o sin futuro. Esto no significa que para escribir una gran historia todo tenga que ser inédito por los siglos de los siglos; cualquier escritor tiene el derecho e incluso la necesidad de desarrollar temas universales. Sin embargo, insisto en que lo trascendental de Susurros bajo el agua radica en su protagonista. Y me voy a explicar.
Si bien toda obra literaria ofrece, en el mejor de los casos, una gama de situaciones creativas e imágenes inéditas, no siempre el autor logra insertar en el lector aquella perdurable sensación de rechazo o enamoramiento hacia su personaje; en múltiples casos, aun tratándose de autores multireconocidos, los personajes pueden resultar indiferentes. En el caso de Claudio, a esta apreciación, subjetiva a más no poder, no la ubico dentro de un esquema identificativo personal. De hecho, él pudiera resultar antipático pero nunca indiferente. Su personalidad de artista nació junto con él y fue desarrollada con el crecimiento, con su manera de identificar las cosas, de expresarse consigo mismo y con los demás. Susurros bajo el agua obtiene su nombre de aquél acuático e infantil recuerdo en el que Jeremy le decía cosas ininteligibles estando sumergidos en la piscina. Esas palabras que pudieron ser de amor nunca se sabrán, como tampoco se sabrá si fue un beso verdadero aquel instante en el que ambos juntaron sus labios para pasarse el humo del cigarro. La nostalgia es confusa porque tal vez no esté cimentada en la realidad, pero ante esta disyuntiva el enigma del yo se alborota.
Aquí lo trascendental es la voz de Claudio, cuyo relato de vida en primera persona logra que el lector lo conozca a fondo, pues logra desnudarse a través de una especie de diario que no importa si alguien leerá. Hay acciones de su imaginario que podemos admirar, como lo es el hecho de mantener verdaderas conversaciones con sus libros, con sus autores de cabecera, y hacer que entre ellos se conviertan en amigos o enemigos como sucedió, en este caso, con Proust y Victor Hugo. Otro elemento interesante es su capacidad de poetizar su enfermedad: el lector no entiende a ciencia cierta cuál es su mortal padecimiento, pero Claudio lo identifica, incluso con palabras del doctor, como una herida del corazón que debe ser tratada con dosis de odio y resentimiento. Por el contrario, reprochable es de su conducta enamorarse de todos y de nadie, arrastrar la tristeza como a una maleta de rocas, ser bisexual sin convicción por culpa de Edipo, arriesgarse ante la escoria para saciar las ganas, hablar del trabajo literario de los demás pero no del propio —si es que existe—, decir te quiero cuando no es verdad… En fin, hablamos de un personaje voluble, atractivo, sensible, cruel y sobre todo triste.
Moisés Zamora obtiene con este libro el Premio Binacional de Novela Frontera de palabras/Border of words 2004, convocado por el Programa Cultural Tierra Adentro y el Centro Cultural Tijuana. Se agradece al jurado, compuesto por Guillermo Samperio, Cristina Rivera Garza y nuestra paisana Sara Poot Herrera el haber otorgado este premio a una obra que va más allá de los estigmas fronterizos de México y Estados Unidos. Felicidades al autor por su universalidad y calidad literarias.

Susurros bajo el agua, Moisés Zamora
Conaculta/Fondo Editorial Tierra Adentro, 2005.
ISBN 970-35-0900-2
232 pp
*Texto leido el 30 de junio de 2006 en la Sala de Arte del Teatro Mérida, en Yucatán.